La Hipoterapia (del griego “hyppos” – caballo) tiene su origen en el siglo III, en la Grecia clásica. Posteriormente, en Inglaterra, durante y después de la II Guerra Mundial, se empleaba para la rehabilitación de los soldados heridos. Hacia 1950 los fiscos británicos empezaron a explorar la posibilidad de que montar a caballo se aplicase a todos los hándicaps físicos, y en 1969 se fundó la Asociación Británica de Equitación para Discapacitados, aunque antes (1960) en Alemania se había instaurado la hipoterapia de manera metódica y con una finalidad concreta: la reeducación física.

Este tratamiento conviene a todas aquellas personas cuyo sistema motor esté alterado, ya sea por enfermedad motora cerebral, a causa de esclerosis en placas o debido también a lumbalgias, escoliosis, paraplejías, hemiplejias o alguna miopatía. El sistema empleado consiste básicamente en la movilización de la columna vertebral y la pelvis provocada por el contacto entre el jinete y el caballo. Cualquier movimiento de este último se transmite al jinete, que debe adaptarse al ritmo del animal mediante movimientos que lo mantengan en equilibrio sobre la montura. Es como si el propio caballo lo avisara: “o te pones bien o te caes…” Y esto de forma repetida y simétrica.

¿Y por qué un caballo precisamente? Porque su movimiento rítmico, repetitivo y simétrico, provoca una respuesta en el paciente-jinete que se inicia en la pelvis y que se asemeja a los movimientos que un ser humano ejecuta al andar. ¡Podemos imaginar la reacción del resto del cuerpo, especialmente en personas que no pueden andar! Por otra parte se ha descubierto, a partir de estudios videográficos hechos sobre la marcha humana comparada con la del caballo, que no solamente recorremos el mismo número de pasos por minuto, sino que estos son casi de igual longitud y, además tienen la misma cantidad de movimiento tridimensional en sus caderas. Esta similitud muscular y articular es de gran ayuda para normalizar el tono muscular, el equilibrio, la coordinación, el paso y la fortaleza. Y no solo esto. Estudios clínicos han demostrado que la ayuda del caballo va aún más lejos pues permite a la gente “centrarse” emocionalmente. En realidad, cualquier terapia con animales provoca una conexión emocional que conlleva mejoras en el sistema psíquico: incrementa la concentración, la atención y la memoria, favoreciendo la comunicación y el habla.

¡Pero lo mejor es que la hipoterapia puede ser divertida! No consiste en clásicos ejercicios de reeducación aburridos. Un caballo puede ser lo que uno quiera, menos aburrido. Mientras que los pacientes que siguen una terapia clásica desean que la sesión termine de una vez, los que hacen hipoterapia suelen pedir más.

El caballo no solo anda. Tiene dos tiempos más: trote y galope. En todos ellos, al ser la cadencia distinta, el animal proporciona diferentes grados de estimulación y,  por tanto, de reacción muscular y articular para asegurar el equilibrio.

Como es lógico, uno no llega, sube y sale corriendo. Por el contrario, cualquier sesión –y especialmente las primeras- se inicia contactando con el caballo desde el suelo. Acariciarlo, cepillarlo, darle golosinas, pasearlo, limpiarle los cascos, abrazarse a él son experiencias que permiten la conexión física y emocional entre los dos seres. El caballo nunca es malo con el ser humano. Es fiel, servicial y famoso por su nobleza, a pesar de que algunas veces sus movimientos sean tan bruscos como aparatosos y uno  deba controlar en que posición colocarse respecto al animal. El peligro que comporta ir al caballo suele residir en las posibles caídas, pero son riesgos mínimos si los monitores trabajan adecuadamente.

terapia equina

El caballo parece un animal mitológico al que todo el mundo quiere montar. Incluso aquellos que lo niegan, reconocen que les gustaría y que su negativa se debe al miedo. Ya de pequeños nos gustaba subir a los caballitos y el caballo ha protagonizado, como compañero del hombre, muchas de las películas que hemos visto en nuestra vida. Uno de los juguetes clásicos ha sido el caballito de cartón y los niños que no tenían jugaban con un palo entre las piernas a guisa de montura ¡lo importante es cabalgar!

En la relación con el caballo hay un acto implícito entre su potencia y la inteligencia del jinete, entre su sensibilidad y la habilidad de quien lo monta, que ha de tener tanto respeto como autoridad.

En España no hay una gran difusión del uso del caballo como “terapeuta”, aunque sí hay centros que se dedican a ello como el Centro de Terapias Ecuestres La Corbera, donde tengo la suerte de colaborar.

En los países iniciadores de esta terapia la lista de enfermedades tratadas con la hipoterapia como tratamiento complementario y a veces alternativo es muy extensa: parálisis cerebral, distrofia muscular, espina bífida, retraso mental, síndrome de Down, autismo, desórdenes de atención, problemas de aprendizaje, conductas problemáticas, problemas afectivos, agresividad, impulsividad, dificultades de verbalizar, sentimientos de abandono, paranoias, desconfianza, aislamiento social, mala relación afectiva, esclerosis múltiple, alteraciones del equilibrio, parálisis espástica, hemiplejias, amputaciones, escoliosis…

Para terminar, invito a todos los que estén interesados a que pregunten e investiguen; verán como es más sencillo y asequible de lo que uno piensa…

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